
¿Un emoji vale más que 1.000 palabras?
Reconozco que me he sumado a la fiebre emoji. Hay quien dice que es muy bommer poner tantos dibujitos en los mensajes, pero lo cierto es que sirven para transmitir rápidamente un estado de ánimo que en la distancia y detrás de un texto, se interpreta a gusto del receptor y muchas veces se malinterpreta aquello que tú has dicho.
Entre poner un emoji y escribir a medias, comiendo letras, sílabas o palabras enteras, pues mira, me quedo con el iconito. Ahora bien. ¿Se empobrece el lenguaje usando dibujos que lo sustituyan?
El psicólogo y profesor iraní Albert Mehrabian, en uno de sus muchos estudios e investigaciones sobre comunicación, sentimientos y actitudes de las personas, llegó a la conclusión de que lo que se dice tiene una importancia muy baja con respecto a lo que vemos y escuchamos. Según Mehrabian, las propias palabras cuentan un 7%; la voz , el tipo de entonación, la resonancia y la proyección un 38% y el lenguaje corporal: respiración, mirada, expresión del rostro, posturas y gestos un 55%.
¿Y los emoticonos donde debemos situarlos? Son una imagen visual que refleja una intención o estado de ánimo. No llegan a ser una imagen de nosotros pero pueden reflejar nuestra expresión y reacción física en un momento determinado. Nuestra postura o tono pasa a ser sustituida por una cara sonriente o mejor aún, por la imagen animada de un famoso o un extraño bailando.
¿Abusamos de ellos? Sin duda alguna. Pero ello también es un reflejo del uso y abuso de palabras que llenan de ruido nuestras conversaciones a través de las redes sociales. La desaparición de distancia de espacio y tiempo, la inmediatez y la facilidad de acceso tecnológico, nos han llevado a parlotear a todas horas, con todo el mundo y por todas partes.
Seguramente hay muchas personas que tenemos en grupos de whatsapp a quien no felicitaríamos directamente por su santo, pero cuando uno empieza, no seremos menos, y lo arreglamos con un emoji de un aplauso o un brindis. Estas relaciones sociales sobrevenidas por ser miembros del club ciclista del pueblo, de antiguos alumnos de la universidad o de padres de 1º A … invitan a relacionarnos a través de emojis para dar conformidad o reír un chiste. Solución rápida a relación social efímera.
Todo ello llena la red de datos sucios, con un impacto de CO2 lanzado a la atmósfera que los expertos sitúan ya a nivel de contaminación de tráfico aéreo. El impacto medioambiental del tráfico digital es una seria amenaza a la que todos y todas contribuimos.
Lo cierto es que las rutinas diarias de comunicación conllevan todo este ajetreo de relaciones virtuales y por tanto, debemos adaptarnos a ellas. Nos afectan a todos, jóvenes y adultos y sin duda, es una evolución social que no podemos parar. Pero sí podemos replantearnos el impacto que tendrá para el planeta todo aquello que enviamos bajo la influencia de la tiranía de la inmediatez y la superficialidad social.
Si queréis saber más sobre el impacto medioambiental de nuestra actividad digital, os invito a leer el interesante artículo de Cristina Suárez, en red2030.com.

