
Errores a evitar en tus conversaciones
Conversar es un arte. Un arte al alcance de todo el mundo, pero que muchas personas destrozan, a menudo sin darse cuenta, en cada interacción que tienen.
Nuestras relaciones personales giran entorno a las conversaciones que mantenemos. Conversa una madre con su hija, un feligrés con su confesor, la sra. Antonia con el vendedor de pan, una eminencia con su entrevistador, dos jóvenes enamorados, los miembros del club del libro de la biblioteca municipal y evidentemente el agente de atención ciudadana con el usuario de los servicios públicos.

En todos los casos en los que dos o más personas intercambian palabras, se produce una conversación, que puede durar más o menos y que puede tener éxito y enriquecer a todas las partes o ser un auténtico fracaso, que ponga en evidencia al mal conversador.
Aquí van una serie de errores que es importante que conozcamos, si queremos que nuestras interlocuciones den frutos positivos y como podemos evitarlos:
- No vocalizar: una persona que habla sin apenas mover los labios, que junta letras o peor aún, que se las come, obliga a su interlocutor a prestar una atención extra a la conversación. Si se está más pendiente de “pillar” lo que se dice, será en detrimento de comprender y procesar el contenido de la comunicación. No entender a alguien pone muy nervioso y provoca que evitemos hablar con esa persona. Y ya no te digo si la conversación es telefónica o con mascarilla de por medio.
- Mostrar impaciencia: la impaciencia se percibe a través de los gestos, la posición corporal, la mirada. Tocarse mucho la cara, moverse continuamente, desviar la mirada hacia afuera, hacia otras personas, mirar documentos, el bolso o lo peor, el reloj, denota falta de interés y ganas de que nuestro interlocutor acabe de hablar.
- Interrumpir al interlocutor: cortar las intervenciones de la persona con quien hablas, es un signo de mala educación. Si te acostumbras a hacerlo por sistema, se te etiquetará en tu entorno de forma muy negativa.
- Acabar las frases ajenas: impedir que la otra persona acabe por si sola sus propias frases, deja entrever por un lado tu impaciencia, y por otro tu ego que se siente superior y sabe de antemano lo que las otras personas quieren decir.
- Gritar: el tono de voz muy elevado es desagradable y agresivo. En atención ciudadana, por ejemplo, solemos ver en ocasiones como se eleva el tono de voz con dos colectivos: las personas mayores y los extranjeros. En el caso de los primeros, puede haber problemas falta de audición, cierto, pero no todos los ancianos son sordos. Y en el caso de no hablar el mismo idioma, no por gritar más, nos entenderán mejor.
- Utilizar interrogativos al final de cada frase. Hacerlo a menudo, denota insistencia para que te apoyen, deja claro que estás esperando que corroboren tus palabras y obligas al interlocutor a responder siempre.

- Monosílabos: los monosílabos matan la conversación. No importa si es porque seas persona de pocas palabras o una persona seca o incluso un poco borde, si contestas con monosílabos, te estás cargando la conversación. El ejemplo típico de conversación monosilábica es el de una madre o un padre hablando con su “retoño” adolescentes. En esa franja de edad, se es especialista en respuestas monosílabas. El objetivo es evidente, matar cuanto antes la conversación.
- Lenguaje soez, vulgar: aunque sea en broma, habla bien. La palabrotas no te dan poder ni gracia. Al contrario.
- Verborrea gratuita: no hables más de la cuenta. Los nervios a veces nos juegan malas pasadas y podemos tener tendencia a abrir la boca sin pensar y sin parar. Las pausas, el hablar despacio e incluso el silencio autoimpuesto son necesarios cuando vemos que nos lanzamos al descontrol verbal. Si hablas sin descanso tus interlocutores no te seguirán o peor aún, desconectarán.
- Dejar frases inacabadas o acabarlas con expresiones vacías tipo “eso, aquello, de tal, de cual …” El final es muy importante. Si dejas morir una frase, todo lo dicho puede desvanecerse rápidamente. Acaba de forma contundente, con punto y seguido y con un claro punto y final.
- Cuidado con las “muletillas”: la repetición de palabras o expresiones de forma continuada durante la conversación, molestan y desvían la atención del interlocutor. Uno mismo no acostumbra a darse cuenta de que las usa, pero si te lo dicen o bien te percatas de que lo haces al verte en grabación, esfuérzate por eliminarlas. Vale? Sí? Realmente. Obviamente. Verdad? … son algunos ejemplos de muletillas que, como su nombre indica, usamos como muletas para reforzar nuestra comunicación. Pero lo hacemos sin darnos cuenta y son muy molestas e incluso ridículas.
- Falta de control en la expresión facial y corporal: lo que no decimos es tan importante como lo que sale de nuestra boca. La comunicación no verbal “habla” por nosotros. Tus gestos, tu mirada, tu posición corporal e incluso tu rictus facial te delatan. Por ello, debemos aprender a controlarlos dependiendo de la situación en la que nos encontremos. Aunque estamos convencidos que tenemos una sola cara, en realidad tenemos tantas como situaciones nos encontremos: la de estar por casa, la de una reunión importante, la de aquí mando yo, la de te escucho con interés, la de no me importa un pimiento lo que dices, la de quiero gustarte, la de me das asco … Debemos tomar consciencia de que posición y facción tomamos en nuestras conversaciones.
Si tenemos en cuenta estos aspectos, nuestras conversaciones serán más productivas y por tanto lo será también la comunicación humana en general. Espero que te sirvan.


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