
La importancia de una administración pensada y pensante
He visionado recientemente la conferencia “Ètica a les administracions públiques”, de Begoña Román, impartida en el marco del Ciclo de conversaciones directivas de la Diputació de Barcelona. Román es doctora y profesora de Filosofía en la UB y presidenta del Comitè d’Ètica de Serveis Socials de Catalunya y por tanto una voz más que autorizada y un referente en el estudio del comportamiento social.
Ha sido un reencuentro con los aspectos más humanos de nuestra labor como servidores públicos. Un tirón de orejas cariñoso y muy bien argumentado, a los representantes de una administración pública que se está adaptando como puede a un mundo tecnológico, no inclusivo, estresado y cansado. No dirigimos ningún cambio, sino que lo sufrimos y trasladamos este sufrimiento a los ciudadanos que se desesperan intentando que “alguien” les preste un poco de atención.
En el tránsito hacia lo digital nos hemos saltado dos pasos muy importantes: poner orden interno y trabajar en nuestra propia capacitación. Nos hemos lanzado sin pensar.
Y necesitamos una administración pensada y pensante. Nos hemos anclado en el “mira todo lo que hacemos” y nos hemos olvidado de plantear preguntas básicas: por qué lo hacemos, para qué lo hacemos y como evaluamos lo que hacemos. Y eso pasa porqué los máximos responsables de las políticas públicas no tienen entre sus objetivos prioritarios el propio servicio público.
Oportunidades de redención no nos faltan. Tenemos talento y tecnología e incluso una pandemia que nos ha obligado a quedarnos en casa y tener que potenciar lo virtual para comunicarnos. ¿Qué nos pasa pues?
El talento está disperso, poco organizado y cansado de proponer y no obtener.
Nuestra sociedad se ha tecnificado tanto que nos hemos olvidado de incluir a las personas y a sus necesidades.
Vamos acelerados, somos una sociedad agotada, donde todo es para ya y donde se actúa sobre la marcha, sin planificación ni orden. Y eso genera desmoralización. Y los primeros desmoralizados son los trabajadores públicos.
Cierto es que generalizar es negativo y que existen iniciativas y proyectos que funcionan. Y es por ello que la interdependencia se postula como una de las mayores esperanzas para la evolución de la administración pública.
El nivel posconvencional en las administraciones del siglo XXI
La toma de decisiones genera ansiedad. Y nos equivocaremos, pero unas veces se gana y otras se aprende. Y aunque suene peyorativo, copiar aquello que funciona es lícito y válido, puesto que buscamos el beneficio de la colectividad. Preguntar, colaborar, compartir experiencias, datos, y explicar nuestros fracasos, nos enriquece a todos. I debemos ser críticos con todo aquello que ya no sirve, con el “siempre se ha hecho así” e incluso con aquellos nuevos hábitos que de nuevo solo tienen la incorporación de la tecnología, pero que no hacen más que trasladar el caos predigital al mundo de las pantallas.
Y como nos dice Begoña Román, necesitamos personas posconvencionales, que son aquellas que utilizan el uso público y el uso privado de la razón. Y cita al filósofo Immanuel Kant para explicárnoslo.
El éxito de una sociedad radica en saber utilizar los dos usos de la razón. Como servidores públicos, obedecemos y respondemos de acuerdo con la administración donde trabajamos, aplicando sus normas y haciéndolas aplicar. Es el uso privado de la razón. Acatamos aquello que nos es mandado. Pero ello no está reñido con el uso público que hagamos de esta razón. Es decir, con que podamos ser críticos con las normas si estas están obsoletas o no se aplican de forma igualitaria. En nuestra faceta profesional, podemos analizarlo y valorarlo, y aportar conocimiento y análisis si con ello enriquecemos o podemos enriquecer a nuestra sociedad. No es una deslealtad, sino un ejercicio de responsabilidad. Un uso público de la razón, no para ser criticones con la institución donde trabajamos, sino para contribuir a su regeneración y mejora.
La buena conciliación entre estos dos usos de la razón es cabal para la evolución de nuestro servicio público.

